Ciencia ficción y terror

Concepto

Asimov acertó plenamente cuando puso el énfasis en el concepto de «anticipación» más que en el de ciencia ficción, pues se puede crear un equívoco con el género llamado novela de la ciencia, instigado por los relatos de Julio Verne. Según Asimov, la ciencia ficción solo aparentemente trataba de marcianos, robots o espadas láser: su verdadero objeto era hablar a la humanidad de «los cambios que están en proceso» para conformar el futuro. Por su parte, la literatura de terror tiene una amplísima tradición folclórica y literaria, como la literatura gótica del siglo XVIII, con su florecimiento en el Romanticismo y su ramificación en toda una subcultura gótica, que desde la literatura ha impregnado otros ámbitos, como la música o la moda.

En general, los subgéneros de la fantasía, ciencia ficción y terror son muy heterogéneos. Ocurre con ellos como con el cuento folclórico o folktale: a poco que se examinan sus modalidades, advertimos lo poco que tiene que ver, en su composición y a veces en su temática, un mito con una leyenda, fábula, cuento maravilloso o anécdota burlesca, y, sin embargo, todas estas modalidades participan del universo de la narración tradicional.

Estamos ante un corpus cada vez mayor de obras de ficción que, en formatos y lenguajes distintos (literatura, cine, televisión, mangas, videojuegos...), arrastran a un público muy heterogéneo y variado, y cuyo éxito está desbordando los conceptos clásicos de autor o género y las separaciones entre unas artes y otras. En ello, además, la cultura mediática y las TIC (en particular, Internet y la llamada cibercultura) están jugando un papel determinante, no solo de caja de resonancia, sino de elementos impulsores de los nuevos lenguajes artístico-literarios.

 

Análisis

Roger Bozzeto (1992) sintetiza así el estado de la cuestión: «El ámbito de las literaturas del imaginario ha sido reestructurado, en función de las convulsiones que tuvieron lugar en el ámbito de la representación del mundo, que toma en cuenta los avances científicos. La emergencia de los géneros nuevos, lo fantástico y la ciencia ficción, diluye la oposición antigua entre lo maravilloso gratuito y lo mimético referencial. Con el género de la ciencia ficción, que se forma con los aportes del viaje imaginario y de la utopía, se desemboca en una ficción especulativa, mimética solo de una realidad alternativa. Con el género de la fantasía, las relaciones, presupuestas como evidentes entre lo que se piensa y lo que se representa, son cuestionadas. Son géneros que se sitúan como dos tentativas de domesticar la alteridad...». Esta recategorización es no solo un ejercicio intelectual, sino una necesidad de «poner orden en el caos», pues lo que los anglosajones quieren denotar al usar el término «ficción especulativa» (Ellison) para recubrir los géneros fantásticos, ciencia ficción y terror es que en estos se produce algo más que una ósmosis, son más bien gemelos o trillizos, a poco que nos fijemos en que lo esencial en ellos es justamente crear un patrón de un mundo alternativo, que es lo que vamos a definir como paracosmos. De hecho, la mezcla de rasgos de unos y otros subgéneros equivale a la suspensión de marcas diferenciadoras, es decir, esas lindes que funcionaban más o menos en la narrativa de los siglos xViii y xix se van esfumando o van dejando de ser operativas.

Más allá de las cristalizaciones de géneros, por ejemplo el cuento gótico o la space opera como subgéneros, respectivamente, del terror y la ciencia ficción, lo que explica la atracción de los jóvenes por la literatura de terror, la fantasía épica o la ciencia ficción es la inmersión en mundos imaginarios, a menudo de carácter visionario, con más nexos de unión que diferencias. Así, incluso en sagas light como Harry Potter, el terror ha sido introducido en su última entrega, y en otra obra emblemática, Alien, ciencia ficción y terror se hallan totalmente mezclados, justificando el concepto de Harlan Ellison de ficción especulativa. Nombre que empezó para buscar una salida a quienes sentían aversión por la etiqueta de ciencia ficción (ya que, como hemos dicho, Asimov prefería el de literatura de anticipación) y que hoy nosotros queremos reivindicar porque, en efecto, designa mejor esta literatura volcada hacia la creación de mundos imaginarios.

Darko Suvin ha acertado al referirse a la ciencia ficción como una «literatura del extrañamiento cognoscitivo», pues se trata de justificar racionalmente lo extraño, al partir de una ubicación espacio-temporal y de unos personajes a menudo contrapuestos a los de la literatura realista/naturalista. En efecto, si bien se mira, géneros como la ciencia ficción han evolucionado hacia la creación de metaficciones, pues con sus continuas utopías y ucronías ponen en tela de juicio la preconcepción de un mundo único como referente. E incluso cuando parten de este y hacen una anticipación o previsión futurista, crean distopías o mundos de pesadillas, que no son menos inquietantes que esos universos paralelos.

Del terror a la catarsis, con el folclore como hipotexto

Es evidente la relación entre los mitos, el folclore y, en general, el género de terror, lo cual se evidencia, por ejemplo, en la multitud de espantos o «asustaniños» de las distintas tradiciones locales, muy variados, pero respondiendo a unos patrones comunes que ya encontramos en los cuentos tradicionales (la figura de la bruja, por ejemplo), ya que estos presentan una bipolaridad entre las personas protectoras (ayudantes sobrenaturales según Thompson, como las hilanderas, animales protectores, enanos, hadas...) y las potencialmente agresoras (adversarios sobrenaturales, ogros, brujas, diablos, la muerte...), y estas últimas son las personificaciones que se asocian con lo terrorífico.

También los rituales y las fiestas están llenos de representaciones monstruosas o teriomórficas, en especial aquellas que insisten en los elementos misteriosos de su caracterización, es decir, que tienen una fisonomía bien grotesca o extravagante o bien desconocida y, se supone, espeluznante, y que han servido siempre como contrapunto de otras representaciones sobrenaturales, pero de un mundo conocido, ordenado (cosmos/caos), como los ángeles o los santos. Así, las carantoñas y otros seres de aspecto terrible en las diversas fiestas de España aparecen, en efecto, como contrapunto a san Sebastián, la Virgen, etc. Su presencia en medio de la comunidad formaría parte, según la antropóloga María Angels Roque Alonso, de una especie de ritual de aterramiento, de un memento mori colectivo, que sin embargo se contrarrestaría con las ceremonias de desafío que supone la quema de estos muñecos, parte sin duda de un viejo ritual apotropaico o de expulsión de los malos espíritus, donde la risa y el canto jugaban este papel de espantar. Pues bien, esta doble dinámica de asustar-espantar, de tensión-liberación es lo que de algún modo se escenifica en las distintas expresiones populares de las que se apropia el niño: las nanas infantiles, los juegos, los cuentos de miedo, las leyendas de ánimas, etc.

Implicaciones

Los vasos comunicantes de la fantasía, la ciencia ficción y el terror

Si algo caracteriza la cultura posmoderna es esta tendencia al reciclaje y a la hibridación, que explica precisamente la permeabilidad o el carácter de vasos comunicantes de los géneros de fantasía, ciencia ficción y terror. Tenemos casos como la fantasía heroica del tipo Dragonlance, la cual hunde sus raíces tanto en los juegos estratégicos como en los mitos antiguos. Así, se produjo no ya un flujo de argumentos primero literarios hacia los cómics de espada y brujería, como es el caso del Conan de Howard, sino una hibridación de temas, géneros y técnicas, que se expresa sobre todo en las sagas de superhéroes como Batman, siempre a caballo entre las distintas representaciones, o también en la fusión de temas y estética, como la europea o americana con la del manga japonés (El viaje de Chihiro).

También en una controvertida línea fronteriza, es de destacar la llamada Nueva Ola, tendencia surgida en Inglaterra en los años sesenta y setenta del siglo xx, alimentada por la contracultura y el vanguardismo, y que luego pasa a los Estados Unidos influyendo en una nueva generación de escritores como Tomas M. Dish o Harlan Ellison, y, lo que es más importante, permitiendo que se popularizaran obras de escritores de la talla de Philip K. Dick o Michel Bishop. En muchas de ellas se dan historias pesimistas (distopías, catástrofes...), o bien, conforme a la narrativa más posmoderna, desmantelan los códigos de la ciencia ficción tradicional, provocando excesos o tratamientos que derivan hacia la indagación metafísica (La intersección de Einstein, de 1967, de Samuel R. Delany) o el análisis demoledor de la sociedad, la religión o los tabúes sexuales, por ejemplo Visiones peligrosas, un conjunto de relatos de Ellison, también de 1967.

 

Pero esta tendencia hacia lo fronterizo es más general que una corriente, afecta a clásicos como Solaris de S. Lem o El mundo sumergido de J. G. Ballard, porque más allá del viaje planetario o de la catástrofe ambiental, lo que se focaliza en el relato es cómo repercute todo eso en la psicología de las personas, creando lo que Ballard ha llamado «espacio interior». El concepto sintético de ficción especulativa, la multiplicidad de orientaciones y la propia definición de Asimov permiten una visión más humanista de la ciencia ficción que hace posible la síntesis entre humanismo y tecnología, entre problemas científicos y conflictos de la humanidad, tal como ocurre en Solaris.

Transliteracidad y transmedia, nuevos horizontes de lectura

Fenómenos como los foros, las comunidades virtuales, los blogs o la escritura creativa en línea (fan fiction) están llevando a revisar conceptos y prácticas, de la mano de la emergencia de unos géneros antes marginales (ciencia ficción, terror, fantástico, mitología y leyendas...) y ahora objeto de la cultura fan. La construcción de imaginarios, en particular a través de la ficción fantástica, es un denominador común de estos discursos culturales emergentes del siglo xxi, lo mismo que las experimentaciones narrativas y el impacto de las tecnologías de la información y la comunicación están dando lugar a nuevos formatos (iconotextualidad, novela gráfica) y a nuevas prácticas culturales (blogosfera), donde interactúan los códigos heredados de la lectura, las innovaciones de los creadores y los entornos nuevos de estas formas alternativas de comunicación (narrativa no lineal, serial, hiperficciones...).

El impacto emocional de la literatura de terror

Los profesores, padres y bibliotecarios están preocupados por el impacto emocional de la literatura de terror. Lo cierto es que los cuentos de niños siempre han tenido ogros, brujas, dragones... y también en estas historias pasan cosas terribles, truculentas o crueles, como ogros que asesinan a sus hijos, brujas que engordan a niños perdidos para cocinarlos en una estufa o castigos sádicos, como meter a la bruja en un tonel lleno de clavos y echarlo a rodar por una ladera. Luchar contra estas fobias siempre ha servido de catarsis o purificación, como hacía el teatro griego, aunque también existe el regodeo morboso de estos temas, propio del gore o del kitsch, volcado en una visión puramente macabra y tremendista del género que se agota en la propia visión de lo grotesco o lo horripilante.

Referencias

 

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Martos Núñez, E. (2001), Álbum de mitos y
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Fecha de ultima modificación: 2014-02-11